NUTRICIÓN EN EL ADULTO MAYOR DE 60 AÑOS

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Durante el proceso del envejecimiento, se producen una serie de cambios funcionales y de composición corporal en el individuo. Esto requiere unos cambios adaptativos en cuanto a los requerimientos energía y nutrientes, por lo que para mantener un buen estado de salud se necesitan unas pautas alimentarias con algunas particularidades. La reducción del gasto energético se debe principalmente a la disminución de la actividad física y de la actividad metabólica de la masa muscular. A continuación se detallan los aspectos nutricionales más importantes relacionados con esta etapa de la vida:

a) Energía
En el envejecimiento, el metabolismo basal disminuye al igual que la actividad física y por ello, los requerimientos energéticos son menores. Esto implica que se debe prestar especial atención en la elección de los alimentos en la dieta y a la densidad nutricional de los mismos, para que de esta manera queden cubiertas todas las necesidades nutricionales y así se puedan evitar los déficits de nutrientes. Los requerimientos energéticos que se establecen para varones mayores de 60 años se aproximan a 2400 kcal y en mujeres a 2000 kcal. A partir de los 60 años de edad, estos requerimientos tienen una reducción del 10% cada decenio. Se debe considerar el tipo de actividad física y la intensidad de la misma a la hora de calcular los requerimientos calóricos. Cabe resaltar que las ingestas calóricas menores de 1500 kcal/día pueden no cubrir los requerimientos nutricionales en micronutrientes, por lo que es importante tenerlo en cuenta a la hora de establecer una dieta.
En la Tabla 1 se representan las recomendaciones de la ingesta energética según las guías alimentarias:
TABLA
Tabla1. Necesidades de ingesta energética en función del género a partir de los 60 años de edad. Fuente: Muñoz C. y colaboradores, 2004.
El reparto calórico de macronutrientes para la población adulta se establece -en función de las recomendaciones de la EFSA-, como sigue:
1. – Los hidratos de carbono deben suponer entre 45-60 % de las calorías totales.
2. – Las proteínas deben suponer entre el 10 y el 15 % de las calorías totales.
3. – Las grasas deben suponer entre 20-35 % de las calorías totales.
b) Proteínas
Aunque el gasto energético se encuentra disminuido, los requerimientos de proteínas -de 0,8 a 1g /kg/día-, se corresponden con los de la población adulta. Se aconseja que estas proteínas sean de alto valor biológico y que el 60 % de ellas sean de origen animal -carnes y pescados, la leche, los huevos- y el restante 40% sea de origen vegetal -legumbres o los frutos secos-. No obstante, la sarcopenia o pérdida de masa muscular es algo frecuente en ancianos, bien por la reducción de la actividad física, la ingesta insuficiente de proteínas o el descenso de las proteínas en el músculo. Dicha pérdida de masa muscular implica el deterioro funcional y la pérdida de autonomía en el individuo. Además, las infecciones o las enfermedades pueden generar estrés y esto implica un aumento en la ingesta de 1,2 a 1,5g/ kg/día de proteínas.
c) Grasas
En personas mayores es frecuente el incremento del compartimento graso de organismo, a consecuencia de un alto consumo de alimentos ricos en calorías y la menor actividad física que se realiza a partir de cierta edad. Entre los 75 y 80 años de edad, se produce un cambio en la distribución de la grasa y la proporción de esta empieza a disminuir. Es entonces cuando la grasa se acumula en el tronco y envuelve a las vísceras, se produce una disminución de grasa en el tejido subcutáneo y en las extremidades. Por ello, se debe fomentar el consumo de grasas saludables para prevenir enfermedades crónicas y el porcentaje no debe ser superior al 30 o 35 % del valor calórico de la dieta. Las grasas deben ser preferentemente insaturadas para evitar el déficit de ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los omega-3.
d) Hidratos de Carbono
Las dietas bajas en carbohidratos son desaconsejables en personas mayores, ya que pueden originar trastornos metabólicos considerables. Por ello, la ingesta de hidratos de carbono debe cubrir por lo menos el 45% de las calorías totales de la dieta. Es aconsejable el consumo de hidratos de carbono complejos y la reducción de los azúcares simples. Respecto a la fibra, es importante el consumo diario de alimentos ricos en fibra para que las funciones gastrointestinales funcionen correctamente y se eviten problemas como el estreñimiento.
e) Vitaminas y minerales
Las personas mayores son más vulnerables a las deficiencias vitamínicas, bien por la ingesta insuficiente, por la disminución de los depósitos corporales o por el hecho de padecer alguna enfermedad que limite su absorción. Además, el consumo habitual de determinados fármacos puede acrecentar este déficit vitamínico. Los déficits más frecuentes de vitaminas que se han detectado hacen referencia a la vitamina C y las del grupo B, a causa de problemas digestivos que limitan su absorción o por la interacción de algunos fármacos. Los requerimientos de vitaminas son los mismos que para la población adulta, aunque puede ser necesario un incremento de vitamina D, vitamina B12, B6 ácido fólico, etc.
Respecto a los minerales, las recomendaciones son también semejantes a las de la población adulta, aunque hay que prestar especial atención a algunos minerales como el calcio y el hierro, por las posibles carencias en este grupo de población. En el caso del hierro, no suele existir déficit, pero sí una disminución en su absorción. Por ello, se recomienda un aporte de 10 mg/día en las personas mayores de 60 años de edad. Habitualmente, este grupo de edad presenta carencias de calcio y se aconseja un aporte de 1200 a 1400 mg/día para reducir el riesgo de osteoporosis. También es importante que la ingesta de sodio sea menor de 5g/día, para evitar que aumenten los valores de tensión arterial.
f) Agua
El envejecimiento conlleva una pérdida del agua corporal total, debido esencialmente a una disminución del componente de líquido extracelular y a la pérdida de músculo. Además, se le suman los cambios fisiológicos de los mecanismos que regulan la sed, la disfuncionalidad del riñón y una cierta predisposición al estreñimiento, por lo que las personas mayores son más susceptibles a sufrir deshidratación. A continuación se describen algunas pautas para evitar y mejorar el estado de hidratación:
• – Es importante asegurar una adecuada ingesta de agua en las personas mayores, por lo que se debe ingerir agua de manera regular para mantener el estado de hidratación.
• – Los requerimientos hídricos son los mismos que para la población adulta, entre 2 y 2,5 L de líquidos al día, en condiciones ambientales normales.
• – Además del agua, también se pueden tomar infusiones, sopas, caldos, gazpacho, leche y otros alimentos que contengan un elevado contenido en agua.
• -Además, se pueden producir retenciones hídricas causadas principalmente por disfunciones renales y/o cardiovasculares. Es aconsejable disminuir la ingesta de sal, con la finalidad de evitar esta retención de líquido y prevenir la hipertensión.

Las recomendaciones alimentarias no difieren mucho de las que se plantean para la población adulta. Es recomendable que la comida se distribuya en 5 o 6 tomas durante todo el día, fundamentalmente en las personas mayores que muestran cierta inapetencia. De esta manera, se evita la sensación de saciedad y la última toma del día -tras la cena-, ayuda a que la persona no permanezca tanto tiempo en ayunas.
Para mantener un buen estado de hidratación, se debe tomar agua y los líquidos como se ha descrito anteriormente (ver apartado f), aunque se puede observar de forma más representativa en la pirámide nutricional (ver Figura 1). Los alimentos como el pan, la pasta o el arroz deben constituir la base de la alimentación y se recomienda un consumo de entre 4 a 6 raciones al día. Es preferible el consumo de cereales integrales por el aporte de fibra y vitaminas. Se deben consumir al menos 2 raciones al día de verduras y hortalizas, una de ellas en forma de verdura cruda y la otra cocida o en puré. Se deben consumir diariamente 3 raciones de fruta natural, en zumo, macedonia, asadas, etc. Los aceites y las grasas deben ser controlados, intentando evitar el consumo excesivo de fritos. El aceite de oliva es mejor tomarlo crudo y es preferible que sea virgen extra. Se aconseja que no se superen los 60 g/día.
Para el grupo de carnes, aves, pescados, frutos secos y huevos, se aconseja un consumo de 2 raciones al día. Es preferible que la ingesta de pescado sea superior a la de carne y que incluya pescados azules (ricos en omega-3). Las mejores carnes son las magras con poca grasa. Se debe reducir también el consumo de embutidos con gran cantidad de grasa.
Se aconseja un consumo de 3 raciones diarias de lácteos, leche o queso bajo en grasa. Se pueden tomar leches enriquecidas en calcio para aumentar el aporte de este mineral.
La actividad física se relaciona con la mejora de la funcionalidad mecánica del organismo, la conservación de la masa ósea, la prevención de la pérdida de masa muscular y de enfermedades en general. Algunos de los beneficios de la actividad física se describen a continuación:
1. – La composición corporal se conserva mejor y por tanto, se mantiene un mejor estado de salud.
2. – Mejora de la capacidad funcional del aparato circulatorio y respiratorio.
3. – Mejora de las funciones óseo-musculares, especialmente en el estado de osteoporosis senil.
4. – Reduce el riesgo de padecer deficiencias de vitaminas y minerales, ya que al realizar actividad física aumentan los requerimientos de energía y es probable que se incremente la cantidad y variedad de alimentos.
5. – La actividad física moderada y -de manera regular-, reduce el riesgo de mortalidad y la aparición de discapacidades. También mejorara la agilidad y se reduce el riesgo de caídas. Se recomienda mantener una actividad física activa durante 30 minutos al día, en consonancia con la capacidad de la persona.
6. – Ayuda como método de distracción para mantener la mente ocupada durante el tiempo libre.

Los estudios indican que conforme avanza el envejecimiento disminuye el consumo de ciertos nutrimentos. Tal es el caso de las proteínas, la tiamina, la vitamina C, el calcio, el hierro y los folatos, entre otro el problema estriba en que esta reducción puede conducir a la deficiencia; ya sea florida o subclínica; por ejemplo, investigaciones realizadas en Inglaterra revelan que el seis por ciento de los individuos de entre 60 y 80 años de edad están desnutridos, y tal porcentaje se duplica cuando se rebasan los 80 años de edad.28 En México, estudios realizados en los servicios geriátricos de diversos hospitales muestran que el diagnóstico más frecuente es el de desnutrición. Enseguida se aborda la situación de algunos nutrimentos en el individuo de la tercera edad. Energía Investigaciones realizadas en diferentes países coinciden en señalar que el consumo energético se reduce con la edad.

En la población que abarcó dicho estudio, el decremento fue de 2700 a 2100 kilocalorías de la energía requerida, de los 30 a los 80 años de edad, donde 30 por ciento se debe a la disminución de la actividad metabólica basal y el resto a la reducción de los requerimientos por actividad.
Si bien el descenso en el requerimiento energético depende sobre todo de la edad, el tipo de nutrimentos que se ingieren está determinado por factores distintos de ésta. Por ejemplo, la tendencia a un mayor consumo de lípidos polinsaturados que se observó en el estudio de Baltimore, obedece a la conciencia que tiene la población estadounidense de los beneficios de ese hábito.
Debido a que los requerimientos de energía involucran a las necesidades de los procesos que participan en el mantenimiento de la función celular , una disminución en la masa celular metabólicamente activa provocará una merma de las necesidades energéticas, Asimismo, la reducción en la actividad física da lugar a un descenso en los requerimientos energéticos. En el anciano debe considerarse un balance neutro de energía, donde el consumo Energético promedio debe ser similar al gasto energético promedio.
Como una guía general, varios autores señalan que el requerimiento energético para individuos sanos de la tercera edad debe ser equivalente a 1.5 veces el metabolismo basal Para calcular el metabolismo basal de los ancianos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propone la siguiente fórmula;
Hombres = [0.0491 x peso (kg)] + 2.46
Mujeres = [0.0377 x peso (kg)] + 2.75
El resultado se obtiene en mega joules. Para convertirlo a kilocalorías se requiere multiplicarlo
por 239.

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